El Torito (Abraham Toro Díaz): El Bandolero más buscado de Chile (parte 1)
Reportaje de don Edmundo Sepúlveda Marambio
Fotografías actuales de Mauricio Navarro Moscoso
Publicado en el diario “El Rancagüino”, el jueves 15 de agosto de 1996
La ciudad o la comuna de San Vicente de Tagua Tagua son identificadas por el resto de los chilenos por sus sabrosas naranjas, las paltas y los limones. Los más entendidos lo relacionan con la milenaria Laguna de Tagua Tagua y los descubrimientos arqueológicos, y los hay también quienes ubican esas tierras –últimamente- por las actuaciones profesionales de los futbolistas Castañeda, Mardones, Moyano y el “Choche” Gómez, entre otros paladines del deporte popular.
Sin embargo, para los mayores de 50 para arriba, la directa relación es por la fama del bandolero Abraham Toro Díaz, el “Torito”, que en las décadas de los años 40 y 50 llenó muchas páginas de todos los medios escritos de la época, especialmente de las publicaciones policiales y sensacionalistas. Hablarles del “Torito” es rememorar todas sus andanzas con los salteos y las muertes que ocurrieron en esa época, que no necesariamente fueron de su autoría. Es cosa que la juventud le pregunte a sus parientes mayores para que de inmediato traigan a colación lo que sucedió en San Vicente, la tierra del “Torito”.
Palabras del Autor
Desde hace muchos años que escribir sobre la vida de Abraham Toro Díaz me tenía inquieto. Reconozco que en más de una ocasión me puse a ordenar ideas y a reunir material de archivo, que por diversas circunstancias pasaron a un segundo plano y finalmente se me extraviaron, incluso había obtenido unas entrevistas de familiares directos del bandolero. Sin embargo, estaba latente esta tarea que me había propuesto. Esta vez me armé de paciencia para llevar a cabo un verdadero desafío que como sanvicentano tenía entre manos.
Me pareció extraño que en los listados de obras escritas coleccionadas en las bibliotecas de San Vicente y Rancagua no hubiera nada sobre el particular. Era el punto de partida para la investigación. Esta conclusión no me desanimó, por el contrario, me dio más fuerzas para continuar adelante. El seguimiento no fue tan fácil, muchas personas ya no existían cuando traté de ubicarlas, otras se negaron terminantemente a referirse al tema, incluyendo a familiares de algunas víctimas que se mencionan en el relato, en cambio, otras me entregaron algunas señas con la expresa advertencia de que ni el nombre ni las iniciales figuraran por ningún motivo en el relato.
Con la relación de todo lo reporteado desordenadamente en terreno y los antecedentes que recogí en diarios y revistas de la época, al menos tenía un esqueleto del trabajo. Fundamentalmente era encausar los testimonios hojeando el libro “La Huella del Bandolero”, que también me costó bastante encontrar. Era la única forma de seguir la huella cronológica del bandolero. En esto agradezco a la persona que tuvo la gentileza de prestarme el ejemplar. Me encontré con situaciones pintorescas, como el dato que me dieron de una señora de campo, que conservó el libro muchos años, pero al conversar con ella me contó que cuando sobrevino el pronunciamiento militar lo había quemado (?) “para no tener compromisos con las autoridades; usted sabe que los carabineros quedan como chaleco de monos en ese escrito”.
El reportaje al fin se terminó. Medianamente podría estar tartamudeando la verdad, una parte de la verdad. ¿Quién podría tener la verdad absoluta? Seguramente la sinopsis de la narración tiene acápites sin la evolución original de los hechos. Reconozco que me faltó tiempo para continuar la investigación, me habría gustado hacerlo para completar algunas ideas y condensar algunos elementos de juicio que eran necesarios. De las omisiones y los términos que pudieran estar tergiversados, soy el primero en excusarme ante los contemporáneos que podrían levantar polvareda o sentirse heridos. Mi única intención fue recopilar esta página de una historia verídica, que durante muchos años caló profundo en la opinión pública nacional y que a los habitantes de la Sexta Región nos llega muy de cerca, porque la mayor parte de los hechos sucedieron acá. Modestamente debo confesar que este trabajo, de más de un mes de seguimiento, fue tan agotador como fascinante.
Continuará…